Me quedo pensativo cuando la gente me pregunta aquello que en ella veo ¿Porque cómo podría el mundo entender, cuando yo mismo soy un ignorante? ¿De qué manera puedo yo enunciar para sus oídos, todo aquello que me la hace entrañable?
Les hablo de sus ojos, esos globos verdes putrefacto, abrazados por ojeras de mapache, que cuando miras directamente en ellos, piensas en los desechos de paloma que plagan las gárgolas en lo alto de la catedral. Les cuento de sus labios, delgados y secos, rosas marchitas; de las palabras de carcamán y risas como mugido de vaca desnutrida, que escapan de entre las amarillezcas perlas en su boca. Les explico en detalle los pelos de estropajo que brotan de su cabeza, sus tonos de escamocha, rojos, naranjas y amarillos, sus puntas abiertas y raíces canosas.
Quieren saber qué veo en ella. Les digo que los versos de Shakespeare, las melodías de Bach y los colores de Picasso. Veo todo aquello que un par de simples ojos no pueden percibir. Veo una campesina entronizada, una barbaridad nacida en luz, una pintura cubista vuelta carne y hueso. Ella, el entronque de todo lo bello y repugnante, un carbón más brillante que cualquier diamante.
Me quedo pensativo cuando me preguntan qué es lo que en ella veo. Luego sonrío lamentoso, compadeciendo la ceguera en la que habitan.