Nos acurrucamos en su cama, tal y cómo lo habíamos hecho durante los últimos 5 años. Las lágrimas corrían por sus mejillas, mientras ella me hablaba sobre la universidad a la que atendería al terminar el verano. Me dijo que esta se encontraba al otro lado del país, muy muy lejos de aquí.
En ese entonces yo no sabía lo que era una universidad, ni por qué ella estaba tan triste. Yo sólo sacudía mi cola alegremente, agradecido de poder ver a mi dueña todos los días.